29/1/08

Ángel González



Ángel González(1925-2008)




El poeta ovetense Ángel González falleció la madrugada del pasado día 11 de enero, consecuencia de un paro respiratorio a los 82 años de edad en la Clínica La Moncloa de Madrid, donde llevaba dos días ingresado, según informaron fuentes cercanas a la familia.

Nacido en Oviedo el 6 de septiembre de 1925, Ángel González Muñiz era académico de la Lengua y fue galardonado en 1985 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996.

Adscrito a la Generación del 50, su poesía social oscila entre dos polos temáticos, la solidaridad y la libertad, al igual que la de otros colegas generacionales como José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y José Caballero Bonald.

Colaboraciones con músicos

Entre su obra poética figura Áspero mundo (1956), Grado elemental (1962), A todo amor (1988), la antología Lecciones de cosas y otros poemas (1998), la selección personal de 100 poemas y otros inéditos 101+19=120 (2000) y Otoño y otras luces (2001).

González colaboró con el cantautor Pedro Guerra en el libro-disco La palabra en el aire (2003) y con el tenor Joaquín Pixar, el pianista Alejandro Zabala y el acordeonista Salvador Parada en el álbum Voz que soledad sonando (2004).


En 1972 fijó su residencia en Estados Unidos, país en el que enseñó Literatura Contemporánea en la Universidad de Alburquerque hasta su jubilación en 1993, aunque había viajado al estado español con frecuencia.

Ángel González era un propulsor de la belleza de lo simple.
Sus versos eran perfectamente entendibles por todas las mentes. Demostró que la originalidad y la maestría no están reñidas con la sencillez de la palabra.

Sus versos vivirán para siempre en todos los amantes de la buena poesía y su alma, sin lugar a dudas, habitará el Parnaso.

Salve Poeta.


ALGUNAS DE SUS OBRAS


Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...








¿CÓMO SERÉ...


¿Cómo seré o
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.


Nada es lo mismo





La lágrima fue dicha...

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.





Adiós (recitado por el propio autor)



Ángel González